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No hace más de una década y media desde que el flujo del rock ibérico se ha destapado y no ha dado tregua. Esta fuga de novedad sonora parece ser suficiente para mantener la atención puesta en aquél país europeo de habla hispana.

Agrupaciones como Los Planetas, Nacho Vegas, Los Punsetes, El Columpio Asesino, Betunizer, por nombrar algunas cartas de la extensa baraja española a la que hago referencia.

Una de las bandas que recientemente está reclamando prestigio, al mismo tiempo que ha ido mimetizándose en ésta nueva ola, es el cuarteto León Benavente, cuyos integrantes provienen de distintas ciudades y proyectos musicales en aquél país.

Pese a que sólo han concretado un EP (Todos Contra Todos) y un LP homónimo en 2013, y todo lo que se pueda deducir a partir de esto, los músicos que le dan cuerpo a León Benavente son unos experimentados en lo que hace cada uno por separado. Los cuatro pueden presumir de un decente kilometraje en el rock nacional de su país. Se trata nada más de los músicos del asturiano Nacho Vegas, quienes han decidido bifurcar el camino con Nacho, aventurarse lejos de la sombra del consolidado autor del disco La Zona Sucia.

Abraham Boba, vocalista; Luis Rodríguez, guitarra; César Verdú, percusión y Eduardo Baos se hace cargo del bajo y del sintetizador.

Según Nacho Vegas ocurrió que el automóvil del guitarrista Luis Rodríguez, un Opel Corsa ya correteado, dejó de funcionar cuando intentaba viajar de Asturias a Madrid, para precisar, justo en el tramo que une al municipio de León con Benavente.

Mientras esperaba la grúa, llamó por teléfono a su colega Abraham Boba, ésta vez no era una llamada de simple rutina o para hablar sobre la próxima gira de Nacho, tampoco para solicitar auxilio, algo que se antojaba pertinente y hasta lógico en ese momento con el carro tirado en carretera. La llamada sólo obedecía a la convicción de Luis por infectar a los demás con las optimistas intenciones de formar una nueva banda independiente y distante a la melancolía y a las letras de miel amarga en las que estaban inmersos con Nacho Vegas.

Primero fue Abraham, quien al tiempo de esa llamada acababa de sacar a lo público un material discográfico en solitario. Después a César, el percusionista, quien también alternaba tocando con la banda Schwarz. El último persuadido fue Edu, quien además de tocar con Nacho lo hacía con Tachenko.

En marzo de 2012 se juntaron a ensayar y un año después debutaron a su disco homónimo. El resultado fue que vomitaron con dignidad 10 canciones memorables de contenido político y palabras con ecos literarios. La historia de España que les ha tocado vivir vista a través de sus ojos.

Grabaron el disco en cuatro días en los Estudios Matadero en Madrid financiados principalmente por una beca que les dio Red Bull y con eso les alcanzó para cubrir los gastos de producción, luego fueron a buscar y proponer a la gente de la discográfica Marxophone para llegar a un acuerdo en lo que respecta a maquila y distribución.  Sí, Marxophone, el mismo sello que edita los discos de Vegas.

En su primer disco tuvieron dos colaboraciones. De una de se encargó Cristina Martínez de El Columpio Asesino, en el genial track que le pone punto final al disco, Ser Brigada. La otra la realizó Iratzu Valencia, ex de La Buena Vida, en la canción titulada Las Ruinas.

Actualmente León Benavente está por entregarnos el próximo 8 de abril su más reciente placa discográfica llamada simplemente 2. El disco contiene 9 tracks de los cuales solamente se ha filtrado el primer sencillo con su respectivo videoclip: Tipo D, se llama, y es la segunda canción en el acomodo del disco. Es previsible que no tarden mucho en comenzar a girar fuera de España. Mientras eso sucede, ya tienen programado tocar junto a Hot Chip en el Low Festival este verano en Alicante.

Nacho Vegas apadrinando a sus músicos en éste despegue sónico de su primer álbum, dedica un texto con el afán de reconocer, recomendar, impulsar, contextualizar o simplemente dar una visión interna de León Benavente.

En el texto que escribe, Nacho cuenta que en el año 1962, El dictador Francisco Franco se empeñó en saber cuál era el centro geográfico de España. Por una parte los moros dijeron que el centro estaba en la villa cristiana de Pinto, cerca de Madrid. Al dictador no le convenció lo que aseguraron los musulmanes y mandó llamar a personas especializadas en métrica geográfica. Ellos llegaron a la conclusión de que el centro de España estaba en Valdemoro, aproximadamente a 7 kilómetros de donde habían señalado los primeros.

Entonces, como ya había dos pueblos nombrados extraoficialmente como centro del país, se empezaba a presagiar una violenta disputa entre los habitantes por ver quién se quedaba con el centro. Franco no se quiso meter más en líos y se llevó el centro a una localidad intermedia entre Pinto y Valdemoro: a Getafe. 50 años después de la búsqueda de Francisco Franco…

“…Un alleranu, un vigués, un murciano y un maño, parece chiste pero es cosa seria. Todos nacidos a mediados de los setenta; trovadores y nómadas, dándose cita en medio de ninguna parte. Venían de sitios distintos y cada uno había transitado sus propios caminos por el Krautrock, el pop psicodélico, el rock de autor o el folk, pero tenían que acabar confluyendo en un punto aún por definir. Aunque nadie lo sabía, en ese momento se estaba gestando un nuevo estado, que era él mismo centro y todo periferia: León Benavente.”

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