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Es claro que el universo cinematográfico de Marvel reina el mercado de las adaptaciones al cine de los súper héroes, sin embargo no se pueden ignorar sus eslabones más débiles, aquellos personajes a los que no les han podido encontrar un tono adecuado para que funcionen por sí solos.

Ese tornillo flojo en la maquinaria se llama Thor, un personaje de gran importancia para el mundo de los cómics, pero que los estudios Disney-Marvel no habían podido embonar a su serie de películas debido a dos factores: el tono denso de la mitología nórdica que no se prestaba al tono simplón de comedia de las películas Marvel y sobre todo, la poca presencia escénica de Chris Hemsworth.

Si se tratara de cualquier otro súper héroe, se podría prescindir de una tercera parte, luego de dos películas bastante flojas, pero se trata de THOR, el personaje fundamental en los Avengers (y el gran negocio que eso implica), por lo que Marvel y Disney tomaron medidas extremas, al menos dentro de sus estrictos estándares.

Hay que entender a THOR: Ragnarok como un producto al cual debían de aumentar su plusvalía para poder integrarse de lleno a la tercer fase del MCU (Marvel Cinematic Universe) y lograr no sólo que no desentonara con los otros héroes, si no que tuviera un papel fundamental en esta nueva etapa del negocio.

Es por ello que recurrieron a Taika Waititi, un director de cine neozelandés sumamente hábil para contar historias llenas de carisma y con un tono cómico muy especial, pero sin experiencia en dirigir grandes blockbusters, lo cual sin duda era una gran apuesta de los estudios. Por otra parte, el riesgo que podrían correr era menor, puesto a que no se trataba de un personaje bien posicionado en el público.

Existen dos lecturas sobre THOR: Ragnarok: en la primera esta es sin duda la mejor de la trilogía del Dios del Trueno, gracias al tono menos denso y más ligero que Waititi le ha impregnado, con más humor, un cambio radical al personaje principal en actitud y hasta look y sobre todo un mayor balance escénico aumentando el número de personajes secundarios que aportan carisma y quitan el peso tan grande que tenía Loki (Tom Hiddleston) en las películas, que sumado a la poca personalidad de Chris Hemsworth como Thor, se comía la película.

Pero la segunda lectura me parece más importante para explicar por qué funciona tan bien THOR: Ragnarok, y es básicamente porque le han cambiado toda la esencia al mundo del personaje.

Como una buena metáfora del Ragnarok, la película se encargó de destruir el contexto de las otras dos películas y llevó a su personaje a otro escenario, transformando todo, incluso a su protagonista quien al parecer con su nuevo look de cabello corto, ganó el don del sentido del humor. Aunque este nuevo Thor tiene más personalidad, aún sigue siendo Chris Hemsworth el que lo interpreta, por lo que Loki vuelve a hacer acto de presencia como el alter ego del protagonista, pero por si no fuera suficiente (y al parecer en esta nueva etapa de Marvel-Disney hay que meter más personajes en cada película) llega Hulk a escena, pero no el Hulk que todos recordamos, ahora llega una versión más cool, alivianado y hasta cómico, para darle más sentido del humor a la película, porque aparentemente menos es más para los estudios.

Referencias ochenteras sin razón, mucho humor de pastelazo, un Hulk súper cool, Thor con nuevo look y más bonachón, son elementos que, por un lado hacen mucho más accesible al Dios del trueno para los consumidores del MCU, pero por otro lado, denotan un intento desesperado de dichos estudios para rescatar un personaje al cual todavía le necesitan sacar más jugo y exprimirle hasta el último centavo en esta nueva etapa.

Sin duda es una película disfrutable pero que carece de total personalidad, un mal que la fórmula de Marvel parece estar padeciendo.

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