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Nadie imaginó que una vieja fábrica de metal se convertiría en el nuevo templo de la exploración y del descubrimiento sensorial para los iniciados en la música electrónica, y también para los ajenos movidos por el fomo y la curiosidad; en una peregrinación de transportes privados que nos hizo recordar nuestro privilegio.

Un cambio de venue siempre es un momento decisivo para cualquier festival o concierto, pues solo hay dos posibles reacciones del público: positiva o negativa.

Cuando ya habíamos asimilado la idea de movernos a Cuatro Caminos, nos anunciaron que este año tendríamos que ir –aún– más lejos, a donde la Ciudad de México deja de ser la burbuja a la que estamos acostumbrados para convertirse en una zona industrial que, de otra manera, jamás hubiésemos pisado.

El miedo al cambio contra la constante búsqueda de experiencias; al final, parece que ganó lo segundo: entre el acero en lo alto y el concreto debajo de nuestros inquietos pies, se construyó la historia del despertar de nuevos sentidos.

Los Nocturnos merecen ser vividos y pensados como una sola experiencia, o mejor aún, como gemelos idénticos: nacidos a partir de la división de una sola célula. Nocturno 1 y Nocturno 2 son, en esencia, una misma entidad pero con diferentes personalidades, matices y vibraciones, que si bien son complementarios, llevan hacia distintos caminos.

Por un lado tuvimos a Nocturno 1, cargado de una energía femenina tan fuerte, que fue capaz de derribar cualquier prejuicio e idea arcaica sobre la participación activa de las mujeres en la –construcción y– transformación de la escena electrónica; y por otro lado, tuvimos a Nocturno 2, con un insaciable despliegue de poder que buscaba llevarnos al límite de nosotros mismos. El mensaje de esta entidad era muy claro: “si creías que solo tienes cinco sentidos, estabas equivocado”.

Mientras más bajaba la temperatura, más altos eran los ánimos para combatirla: entre el alcohol y las sustancias, el baile se convirtió en una gustosa necesidad; por fortuna había espacio de sobra para dejarse llevar.

Y lo hicimos desde el minuto uno, cuando Chloé (FR) abrió en la sala principal (A), presentando su tercer lanzamiento, Endless Revisions, que representa su regreso después de 7 años y su incesante proceso como artista y todo lo que tiene que crear antes de ofrecer una obra al público. Después, en el mismo imponente escenario y bajo la advertencia de que padecía laringitis, Kelly Lee Owens (UK) se consagró con una presentación que fue de lo sutil a lo exuberante en un abrir y cerrar de ojos.

Había que hacer tiempo para la distorsión, la intersección / interferencia y deconstrucción de lo que se ve y se escucha, y ese momento llegó alrededor de las 23:30 en la sala B con Emptyset (UK) y su lúgubre y enigmática performance audiovisual, que se complementó muy bien con Arise de los mexicanos No Light & *pac. Uno de los highlights de la noche fueron Elektro Guzzi, una banda austriaca que con instrumentación de una banda de rock, hacen live techno para elevar conciencias. Y seguida de ellos, se alzó la más esperada de la noche, la a veces sobrevalorada y a veces ninguneada, Nina Kraviz (RU), que con un desgarrador set de puro techno, dejó ir felices a los cientos de almas que se reunieron para agitar sus cabezas golpeando el aire con el puño. Al día siguiente, escuché de buenas fuentes que Isaac Soto (MX), quien se cruzó en horarios con Kraviz, fue lo mejor de la noche ¿Qué piensan?

Para Nocturno 2 todos íbamos mejor abrigados, aunque unos más cansados que otros; y a muchos más se les vio por primera vez en el festival, con una notable incertidumbre de lo que estaban a punto de experimentar. Alexandre Burton y Julien Roy (CA) presentaron Three Pieces with Titles, una performance que estrenaron en el A/Vision del Mutek Montréal y que consiste en la creación sonora a partir de instrumentos y objetos cotidianos que veíamos ser manipulados gracias a una pequeña cámara montada sobre el set de los artistas.

Pasadas las 23:00, Joshua Eustis de Telefon Tel Aviv (US) apareció entre el vitoreo del público que fue exclusivamente a escuchar su set y a menearse como el péndulo de un reloj, permitiéndose cerrar los ojos y viajar a atmósferas de otros mundos, ahora sí, mejores que este. En la sala B, el dub-techno de The Sight Below (US) hizo que nuestro ritmo cardiaco se elevara, entre juegos de luces, visiones urbanas y cabezas en movimiento. Allí mismo, Thomas Fehlmann (DE), en un ejercicio de alquimia pura, transformó esas vibraciones sintéticas por unas orgánicas; así, pasamos del encantador caos de las ciudades a la asfixiante tranquilidad de una selva húmeda.

Mientras tanto, en la sala C (que el primer día me costó 20 minutos encontrar porque nadie tenía idea de cómo llegar), se presentaban los actos más underground, la mayoría de ellos mexicanos. En ese espacio separado del complejo, al que se accedía a través de un caminito, lo que conocimos como DJ Smurphy resucitó en forma de Upgrayedd Smurphy (MX) para presentar un nuevo acto con dos bailarines vogueando, todo salido de su más reciente producción, Hypnosys, que representa el proceso de la hipnosis mediante sonidos de la monstruosa ciudad que la vio nacer.

Después, en el escenario principal, otro de los más esperados, Squarepusher (UK), fundió los cerebros de todos, con sus salvajes beats de IDM y D&B, saturados de breaks y visuales altamente alucinantes. Para los más ‘fresas’, o los que buscaban bailar menos agresivamente, Kettenkarussell (DE) ofreció un set lleno de texturas para balancearse y flotar en la pista, cerrando la noche en la sala B. Al final, quienes quisieron seguir bailando se quedaron en presencia de Dark Sky (UK), y quienes prefirieron incendiar las últimas neuronas de la noche, permanecieron en la sala C con Second Woman (US). El fin de semana aún no terminaba.

El domingo, en vez de quedarme en la cama como mi cuerpo y mi alma me lo pedían, me armé de valor y enfrenté al sol de domingo que es distinto al de los otros días de la semana. Fue la mejor decisión: la explanada del Museo Tamayo convocó a cientos de deambulantes con lentes oscuros en busca del último viaje electrónico de la jornada, temerosos de que terminara pero ansiosos por disfrutar de una tarde-noche como pocas; un final feliz.

Para su clausura, MUTEK.MX dio espacio a los exploradores de sonidos folclóricos, incluyendo de sorpresa al argentino Chancha Via Circuito, que nos hizo recorrer los Andes en tan solo una hora. También, Equiknoxx, acompañado de Gavsborg y Shanique Marie en la voz, nos ofreció un tour todo pagado a través de los sonidos de Jamaica. Mientras que Klik & Frik (AR), nueva encarnación de Frikstailers, nos llevó de vuelta a sobrevolar los Andes argentinos con un coñac en mano. Fue una tarde-noche para recordar.

No podría atreverme a declarar que esta ha sido la mejor edición de Mutek México en sus 14 años de vida; pero sí puedo decir que fue la mejor experiencia de un Mutek, personalmente. Todos los elementos que hacen que un festival valga la pena ser vivido estuvieron ahí: espacios perfectos, producción impecable, audio potente y definido, un cartel sólido y una promesa cumplida de que la oferta de música electrónica en México aún tiene mucho para dar.

El fin de semana pasado, MUTEK.MX abrió un portal que nos hizo ser testigos de que existen más y mejores maneras de vivir la experimentación digital y la exploración sonora.

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