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¡Madre! es la nueva película de Darren Aronofsky la cuál ha generado opiniones divididas entre el público asistente.

¿Hace cuánto que el cine nos ha invadido con seres extraterrestres metálicos, coreografiados con miles de explosiones sin sentido? ¿Cuántas veces se han dejado de lado las leyes de la física con autos que parecen ser simplemente inquebrantables, y conductores que tienen al menos el doble de vidas que un gato? ¿El cine comercial se ha convertido en un mero divertimento incapaz de generar algún tipo de reflexión de nuestro entorno?

Estos son sólo algunos de los cuestionamientos que cierto sector del público teníamos muy presentes durante los últimos años respecto a los diversos estrenos cinematográficos norteamericanos de gran renombre.

Entre remakes fallidos de obras memorables, adaptaciones realmente mediocres de la literatura al cine, y una exacerbada fiebre por tratar de llevar historias de historietas a la pantalla grande, nos encontramos ávidos de una propuesta que nos haga salir de la sala debatiendo acerca de lo que vimos, un intercambio de ideas que tenga vigencia más allá del café post película, y al parecer la hemos encontrado en el nuevo filme de Darren Aronofsky titulado ¡Madre!, un desafío visual que hará explotar tu cabeza.

La secuencia inicial de ¡Madre! ya nos plantea la sensación que nos acompañara durante las casi dos horas de la película, una mirada que nos observa envuelta en llamas y que genera una incertidumbre de lo que estamos a punto de presenciar. Una mirada que intenta advertirnos del viaje caótico y visceral que está por iniciar. La historia en principio parece ser muy sencilla, en la que nos narran la vida en pareja de un poeta con bloqueo creativo (Javier Bardem) y su joven esposa (Jennifer Lawrence). Ellos pasan el día a día en una pequeña casa de campo completamente aislada de cualquier bullicio de las masas, hasta que un extraño (Ed Harris) y su esposa (Michelle Pfeiffer) se presentan en la casa, provocando una ruptura en la cotidianeidad de la pareja protagonista y fragmentando su relación paulatinamente.

Prepárate para una puesta en escena catártica del director judío de La Fuente de la Vida (2006). La película está plagada de símbolos y referencias bíblicas sin recurrir a la obviedad audiovisual, generando en el espectador una batalla interna e incluso física al tratar de conectar todo lo que se está observando con las experiencias propias, creando un estrés emocional y, a su vez, una adicción de no despegar la vista de la pantalla.

Aronofsky claramente estructura su narrativa en dos partes, la del individuo dentro del círculo social básico (La vida en pareja/Familiar), y la del colectivo que va perdiéndose en sus propias normas sociales, llegando a un punto de autodestrucción con el fin de consolidar sus ideales. Visto desde la perspectiva religiosa (herramienta que el director usa intencionalmente), la historia puede ser digerida como la biblia misma, es decir, el antiguo y nuevo testamento, teniendo como punto de inflexión el momento en el que el poeta vuelve a ser iluminado con el don de la palabra escrita.

Si tuviéramos que crear una guía básica para encaminar al espectador en una de las tantas lecturas que ¡Madre! puede generar, probablemente utilizaríamos las siguientes comparaciones: Madre (Lawrence), observada con diferentes ángulos como madre naturaleza, la virgen María, la figura femenina a nivel social, etc; Poeta (Bardem) como referencia directa al creador, pastor, mesías o figura única que se encarga de liderar a un grupo de creyentes; Adán y Eva (Harris y Pfeiffer) que llegan al Edén y consumen el fruto prohibido; Por último, Caín y Abel con su conflicto particular.

Muchos son los símbolos que se pueden escarbar e interpretar de acuerdo a tu propia idiosincrasia (El infierno, Familia, Critica a la sociedad y sus masas, Funcionamiento de la religión y la llegada del fanatismo extremo), sin embargo, esta película no tiene porque quedarse en una sola lectura, está abierta a diversas teorías y es posiblemente uno de los pocos pecados que pueda tener la misma, es decir, es agotadora para el espectador con la sobrecarga de subtextos en la pantalla (Aunque está es la intención del director).

Las influencias obligadas para la película son Polanski y Lynch debido a las obsesiones con contar historias irracionales, pero con una congruencia sumamente elegante y una cierta dosis de surrealidad que podemos encontrar, de igual manera, en el Ángel Exterminador (1962), de Luis Buñuel.

Es probable que está sea la pieza climax de Aronosfky, sin demeritar por supuesto a obras como El Cisne Negro (2010), Requiem por un sueño (2000) o Pi: El orden del caos (1998), que buscan retratar la búsqueda del punto máximo de felicidad cayendo en las consecuencias trágicas que esto conlleva.

Con un recibimiento polarizado en cuanto a la crítica especializada y público en general, está película no pasará desapercibida, “la odiarás o la amarás”. No existen medias tintas, pero es una propuesta refrescante y atrevida que rompe totalmente con la manera de contar historias en el cine en los últimos años.

¿Estamos en presencia de una película de culto? Sólo el tiempo y el público podrá validar esta idea.

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Pesimista patológico al puro estilo de Woody Allen. Amante del cine, fotografía y arte. Adicto a la televisión y los deportes, en especial el fútbol.