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Kongos ofreció una presentación en El Plaza Condesa. Aunque fue un espectáculo breve, indudablemente escribieron una página más en la historia de su carrera, con una muy buena dosis de rock.

Vivimos en una época en la que el acceso a la música es prácticamente inmediata. Tenemos un par de clics a nuestro alcance para conocer a una u otra banda y poder juzgarla con los primeros segundos de una canción.

Ya pasados unos minutos de las nueve de la noche, el recinto estaba a un poco más de la mitad de su capacidad. Me podía mover libremente entre el público e incluso, si me lo hubiera propuesto, llegar hasta la valla de adelante para tener enfrente a Kongos.

Nos hemos vuelto jueces del consumo inmediato. Si algo no nos gusta en segundos, lo desechamos, porque sabemos que hay mil cosas más allá afuera que podemos conocer.

No sé si Kongos aplique en este ejercicio. Las luces se apagaron y el público se emocionó. Salieron los hermanos, cada quien ocupó su espacio e instrumento. Todos en la misma fila, hasta la batería. Eso me dio a entender que en la banda no hay jerarquías. Son hermanos y cada uno aporta algo a la banda. No se ve que haya un líder y eso es raro verlo en una banda de rock.

Los conciertos han cambiado a la par que los hábitos de consumo y la música en general. Ahora se ven más celulares para presumir la vida. “Yo estuve ahí”, “yo lo viví”, “yo fui testigo”. Como sea, estoy seguro que para una banda como Kongos debe resultar de repente complicado tocar tu música frente a pantallas de celular.

Independientemente de la nostalgia de los viejos conciertos, es de agradecer que en la segunda década del nuevo milenio ya haya más apertura en cuanto a eventos de este tipo. Lo importante ahora es saber comportarnos a la altura de bandas así.

Kongos toca rock. Han tenido experiencias e influencias a lo largo de su vida que han sabido plasmarlas en melodías y líricas. No es la primera vez que tocan en nuestro país, pues ya habían venido en un festival. Ahora su visita fue en solitario y dejaron todo sobre el escenario.

Dicen que los buenos conciertos son los que casi nadie va a ver. Quizá eso hizo la presentación de Kongos algo muy especial. Su primera presentación en solitario en la ciudad, con un lleno a la mitad. Estábamos los que queríamos estar y ellos, ante toda una actitud del rock and roll, salieron a proponer y conquistar nuestros corazones.

Tocaron canciones pasajeras, de esas que aún no ubicas bien. Y por supuesto tocaron grandes clásicos como Come With Me, Take It From Me y I’m Only Joking. También se rifaron un par de covers a su propio estilo bien definido. Nos pidió apoyo para corear Get Back, pieza original de The Beatles y después del encore retumbó el recinto con Blue Monday, perteneciente a New Order.

Con poco menos de la hora y media de duración, Kongos salió, tocó, nos conquistó y se fueron. Dicen que de lo bueno poco y no se han equivocado.

A pesar de vivir en un mundo donde la información fluye rápidamente, una banda como Kongos aún se gana al público como en los viejos tiempos, con pequeñas presentaciones que poco a poco irán creciendo hasta ocupar las letras grandes en un festival.

Esperamos tenerlos pronto de regreso en la ciudad.

kongos

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