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Hace veinte años Trainspotting revolucionó la cultura pop, la música británica y la manera de hacer cine independiente. Danny Boyle encontró en la novela de Irvine Welsh el retrato perfecto de una generación perdida en un abismo alejado de los parámetros sociales de un buen ciudadano.

Trainspotting era un viaje de drogas, gran música e ideales de juventud, cuya bandera era una camiseta de George Michael que vendía el slogan CHOOSE LIFE. Ahora 20 años después, llega Trainspotting 2, una secuela que cae como resaca de aquel viaje noventero.

¿Era necesaria? probablemente no si lo vemos desde la perspectiva cinematográfica, la primer parte se siente vigente, tiene un soundtrack irrepetible y visualmente sigue siendo impactante; pero esa ya no es una explicación que importe, cuando la verdadera razón de porqué llega la secuela es por la adicción que tenemos por el pasado, somos junkies de la nostalgia y las industrias se han vuelto nuestros dealers. Música, cine y televisión se han vuelto parte del círculo vicioso del que cada vez nos vamos sumergiendo más.

Existe una secuela literaria de Trainspotting escrita por el mismo Irvine Welsh llamada Porno, donde el tema de la nostalgia se toca muchas veces y al mismo tiempo, la novela intenta esquivar contando una historia con la misma desfachatez y lenguaje sucio de su primer parte. Para Trainspotting 2, Danny Boyle hace lo contrario y como resultado tenemos una secuela engañosamente pobre.

Boyle responde la pregunta que todo fan se haría luego del final de la primer parte: ¿qué fue de los personajes?, pero parece no ser suficiente para el fan que lo estuvo presionando por 20 años para crear más de esa droga llamada Trainspotting, por lo que el director inglés complace descaradamente al adicto a la nostalgia al grado de recrear escenas de la primer película. Supongo que se siente bonito recordar momentos que puedes volver a ver si ves la primer parte. Sí, así de absurdo.

En uno de los diálogos de la película, Simon alias Sick Boy, dice una frase que resume la película entera: “It’s just nostalgia! You’re a tourist in your own youth”.

No somos más que turistas en nuestro viejo pueblo donde vimos la primer Trainspotting, Danny Boyle nos lleva de regreso pero ya nada es lo mismo. La historia contrapone a los personajes que siguen siendo unos perdedores con sus años dorados, donde también fueron unos perdedores, y ahí radica la ironía. Pero no, no es suficiente para el junkie retro, tiene que haber recreaciones descaradas de escenas de la primer parte, autoreferencias e incluso un final que servirá de refugio para el paso del tiempo.

No es una mala película, pero como secuela, es una resaca que sólo sirve para recordar el buen viaje que fue la primer Trainspotting.

 

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