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Con Trainspotting, Welsh (un punk atrapado dentro de un lúcido escritor) dotó a la Gran Bretaña post Margaret Tatcher de una buena dosis de pesimismo, cuando parecía que los mejores tiempos estarían por venir.

La primera vez que tuve acceso al filme Trainspotting fue a través de un VHS rentado directamente de un Videocentro (aún no se convertían en el “modernísimo” Macro-Videocentro) y a decir verdad, fue de manera ilegal, pues dicho cassette fue rentado por mi hermano mayor (18 años mayor que yo), a quien le habían recomendado ver esa película.

Debido a que era una película para adultos no me dejaron verla, pero como cada niño y su súper poder de la curiosidad, me la ingeniaba para echar vistazos hacia el cuarto de la tv. A pesar de que no pude ver gran cosa, dos escenas bastaron para que la película me marcara para siempre; dichas escenas involucraban a un Junkie dándose una sobredosis que lo hundía en la alfombra y un bebé asfixiado gateando por el techo.

Por supuesto que era demasiada información como para que un niño de diez años pudiera comprender, pero no necesité entender nada para descubrir que ese tipo de trucos se podían hacer en una película y que esta pudiera tener un mensaje así de impactante.

Publicada en 1994, la novela de Irving Welsh formulaba una de las preguntas más inquietantes y anárquicas de la era moderna: “¿por qué tengo que elegir eso?”; una vida, una carrera, un trabajo, una familia, un auto, una televisión gigante, buena salud, cuidar el colesterol, preocuparte por la renta, tener amigos… un futuro.

Con Trainspotting, Welsh (un punk atrapado dentro de un lúcido escritor) dotó a la Gran Bretaña post Margaret Tatcher de una buena dosis de pesimismo, cuando parecía que los mejores tiempos estarían por venir.

Dicha novela fue una especie de droga a la inversa para los jóvenes británicos, pues su efecto no era para escapar de la realidad, si no para sumergirlos en ella.

El término Trainspotting se refiere al acto de mirar a los trenes pasar, la metáfora perfecta para el estilo de vida de los personajes de la novela, quienes miraban la vida transcurrir, sin preocuparse por el futuro, pues sabían que nada iba a cambiar.

Sin embargo, el espíritu Punk del autor Irving Welsh cobró vida literaria en Mark Renton, el único personaje que quería descubrir si había vida más allá de la muerte social en la que deambulaban.

La obra tomó tal relevancia que en cuanto se supo que iba a haber una adaptación cinematográfica, que una importante escena musical de la talla de Iggy Pop, Lou Reed, David Bowie, New Order, Brian Eno, Blur (en sus inicios), Elastica, Underwold, entre otros, no dudaron en prestar su música para el proyecto.

El encargado de dirigirla sería el joven cineasta inglés Danny Boyle, quien tenía sólo el filme Shallow Grave como currículum cinematográfico y el casting estaba conformado por un grupo de jóvenes desconocidos, pero extraordinariamente elegidos para interpretar a Sick Boy, Spud y compañía, siendo el joven actor Ewan McGregor quien daría vida a Mark Renton, el personaje principal.

Lo que Boyle aportó a Trainspotting es la visión de un británico que sentía la novela y sumado a un talento extraordinario, tradujo las palabras a imágenes de gran poder visual, secuencias metafóricas, una narrativa con un ritmo junkie en la que te aceleraba como en una sobredosis o te bajoneaba gacho; una dosis de realismo que te hacía dudar si realmente era ficción lo que veías y secuencias surrealistas con encuadres que enfatizaban el momento, ya fuera dentro de una jeringa (toma revolucionaria en su momento), a nivel de piso o enclaustrados dentro de lo que parecía ser una fosa.

Trainspotting es la muestra de cómo la edición se puede convertir en el arma más certera en una película, logrando conectar ideas con la ejecución en secuencias alucinantes como aquella donde Renton se sumerge en un escusado, o la analogía del placer donde el fútbol y el sexo se combinan para terminar en un gol/orgasmo. La escena donde Renton ve por vez primera a Diane en un antro, justo cuando suena Atomic de Blondie.

Pero sobre todo, esa secuencia de la sobredosis de Renton, donde escenas en lugares distintos se unen, Renton se hunde en la alfombra simulando estar en un ataúd, la cámara subjetiva enfatiza el momento y todo es musicalizado por Perfect Day de Lou Reed, una canción contradictoria en sus letras y música que musicalizan la contradicción del paraíso junkie.

Sin más que agregar, el aniversario es un buen pretexto para revisar esta obra maestra moderna del cine y apreciar como exprimió hasta la última gota del lenguaje cinematográfico, algo que hoy día sigue siendo difícil de encontrar.

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